Madrid y el cine: Lo que el tiempo se llevó (3)

La historia de las ciudades, y entre ellas notablemente Madrid, es una historia de demoliciones. Nunca necesarias, pues siempre caben la restauración o la reconstrucción. 

Muchos aducirán el sentido práctico de los derribos de edificios en malas condiciones y su sustitución por otros más modernos y eficientes; yo aduzco, en cambio, que a todo el mundo le encanta pasear por los cascos históricos de Varsovia o de Budapest, que no existirían si siempre se siguiera ese pragmático criterio. Lo que no queremos para otras ciudades, no deberíamos permitirlo en la nuestra.

En anteriores entregas sobre este tema hemos visto iglesias y casas nobles desaparecidas para mal, pero también aparcamientos y  escalextrics que se fueron para bien. En la entrega de hoy no podemos constatar ninguna mejora estética en los cambios que se produjeron tras la demolición de los edificios cuya imagen el cine preservó para el futuro.

Por ejemplo, en la archifamosa comedia Manolo, guardia urbano (1956) podemos ver todavía en la esquina del Paseo de Recoletos con la plaza de Colón el palacio del Duque de Uceda o palacio de Medinaceli. El palacio fue derribado en 1964 y sustituido por un horrendo bloque de apartamentos.


Manolo, guardia urbano
Manolo, guardia urbano (Rafael J. Salvia, 1956)

Solo dos años después del anterior derribo desaparece el edificio del hospital de San Juan de Dios de la calle Doctor Esquerdo. No era el hospital de San Juan de Dios que fundó en el siglo XVI Antón Martín, sino su sucesor, un edificio levantado a finales del siglo XIX que se derribó en 1966; sobre gran parte del solar se construyó el actual hospital Gregorio Marañón.

Vemos este antiguo hospital en la película muda La terrible lección (1927), una curiosa obra de pedagogía sanitaria con aires documentales y dos partes bien diferenciadas: la primera muestra los peligros de las enfermedades venéreas a través de una mínima trama de ficción sobre un joven ingeniero de la Escuela de Minas; la segunda nos habla de las instituciones de Madrid que se dedican a la investigación y la cura de tales enfermedades. Una de ellas era, precisamente, este hospital:


La terrible lección
La terrible lección (Fernando Delgado, 1927)

En el patio del hospital podemos ver la escultura de San Juan de Dios procedente del antiguo hospital de Antón Martín, obra del escultor barroco portugués Manuel Pereira, que fue destrozada durante la Guerra Civil. Nada que ver esta amable entrada con la sensación claustrofóbica que nos produce entrar en los recintos de los modernos hospitales, entre ellos el que hoy ocupa este solar.

Tenemos también imágenes del interior del hospital. Las que aparecen debajo nos muestran la sala de niños hospitalizados y el museo de la institución:

La terrible lección
La terrible lección (Fernando Delgado, 1927)

Muy poco antes de que se demoliera este hospital, se construyó nuestro último edificio desaparecido de hoy: la torre de los laboratorios Jorba, más conocida como la pagoda de Fisac. Un edificio singular del arquitecto Miguel Fisac terminado en 1965, que era visible desde muchos puntos de Madrid y que fue derribado incomprensiblemente, por la desidia y falta de protección del Ayuntamiento de Madrid y por el afán crematístico de sus dueños, en 1999.

La pagoda tiene todo el protagonismo en una escena del curioso drama Me enveneno de azules (1969). Curiosidad que empieza por su poético título, tomado de un poema de Rafael Alberti. Una historia un tanto morbosa de pasiones turbulentas y conflictos familiares, con buenas actuaciones pero un guion irregular. La fotografía es magnífica y nos muestra con belleza muchos lugares de Madrid, entre ellos la torre:


Me enveneno de azules
Me enveneno de azules (Francisco Regueiro, 1969)

Miguel, el protagonista, va en coche desde la calle Alcalá a los laboratorios en los que trabaja su padre. Lo acompañamos en su viaje hasta la pagoda mientras oímos el segundo movimiento de la sinfonía número 7 de Beethoven, que, a pesar de ser un allegretto, presagia un drama. Espera a su padre en la azotea, ofreciéndonos así una vista panorámica de la zona y detalles de los originales picachos que remataban la torre:

Me enveneno de azules
Me enveneno de azules (Francisco Regueiro, 1969)

El edificio aparece también al principio de la comedia El alegre divorciado (1976), típico producto de la época que tiene el mérito de que trata el tema del divorcio unos años antes de que fuera legal en España. En este caso, la pagoda no tiene ningún protagonismo, sino que aparece durante los créditos iniciales mientras la pareja protagonista se dirige en coche hacia el aeropuerto. Desde allí volarán hacia México, donde descubrirán que... ¡el divorcio existe! 


El alegre divorciado
El alegre divorciado (Pedro Lazaga, 1976)

Hoy, en lugar de este original edificio, hay una mole de cristal sin ninguna singularidad, que se parece a tantas otras de Madrid.


Un palacio, un hospital, unos laboratorios. Cuatro películas que mantienen su memoria. 


Otros lugares desaparecidos de Madrid que aparecen en películas: Lo que el tiempo se llevó (1) y Lo que el tiempo se llevó (2).







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