Madrid y el cine: Trampantojos (2)

Desde siempre, los palacios han sido escenarios frecuentes en el cine, porque, como se dice en la película Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1950)...

– Menudo tostón la película esa. ¿Cómo dices que se llama?     

– Neorrealista.

– No sé qué gusto encuentran en sacar a la luz la miseria. Con lo bonita que es la vida de los millonarios.

Nuestros trampantojos de hoy son, en apariencia, palacios, pero en realidad no lo son, o son palacios pero simulan ser otros palacios.


En la película muda El conde de Maravillas (1926) encontramos el primer ejemplo. El conde protagonista es citado por una mujer enmascarada en un palacio al que lo llevan con los ojos vendados. Ella intentará convencerle de que participe en un complot contra Godoy, el valido:


El conde de Maravillas
El conde de Maravillas (José Buchs, 1926)

Pero lo que parece la entrada de un palacio es la fachada neoclásica del Real Observatorio de Madrid, que, efectivamente, es un palacio pero de la ciencia.


Un trampantojo similar tenemos en la comedia El arte de no casarse (1966). El título y la época son ya orientativos del contenido estereotipado y rancio de esta película: cuatro episodios independientes en cada uno de los cuales un hombre (siempre protagonizado por Alfredo Landa) intenta huir del compromiso con las mujeres y mantenerse soltero. En uno de ellos, Alfredo, un marqués, sueña que lo llevan camino de su boda, y así, casi a la rastra, sale de su palacio hacia el coche que le trasladará a la iglesia de Santa Bárbara:


El arte de no casarse
El arte de no casarse (Jorge Feliu y José María Font, 1966)

Fijémonos en el edificio que abandona este soltero impenitente, a la derecha: no tiene trazas de palacio y en la primera planta, vemos asomar entre el follaje un mirador muy característico. Es la parte más antigua de la Residencia de Señoritas, la que tiene su fachada en la calle Fortuny. Otro palacio, sí, pero del conocimiento.


En nuestro último ejemplo saltamos al siglo XXI, aunque la acción de la película transcurre en el año 1981. Se trata de 23-F (2011), una recreación del golpe de estado que no cosechó demasiadas buenas críticas. Muchas de las escenas de la película -aquellas en las que aparece el entonces rey Juan Carlos I- se suponen rodadas en el palacio de la Zarzuela, su residencia en aquel momento: 


23-F
23-F (Chema de la Peña, 2011)

Aunque es de un estilo muy similar, no se trata del palacio de la Zarzuela, que es más grande, sino del palacio que está en la Quinta del Duque del Arco, en El Pardo, que sí fue utilizado por Juan Carlos para sus audiencias pero cuando todavía no era rey. 

Este pequeño y desconocido palacio es todo un símbolo, pues en él vivió un breve tiempo Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, y estando en él le sorprendió el golpe de estado de 1936. Del mismo modo, en la película el rey Juan Carlos recibe la noticia del intento de golpe de estado de 1981. ¿Un guiño? ¿Pura coincidencia porque no era posible rodar en la Zarzuela? Solo el director y el productor lo saben... 


Maravillosos trampantojos del cine por los que hay que dejarse engañar (o no). Si quieres ver más: Trampantojos (1).  



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