Madrid y el cine: Zonas no peatonales (2)

Si en una entrada anterior sobre este tema (Zonas no peatonales 1) nos centramos en dos plazas, esta vez lo haremos en tres calles. Tres calles comerciales, una más entrañable y tranquila que las otras dos. En todo caso, espacios ganados para el peatón en esta ciudad en la que tanto cuesta recuperar lo que hace décadas el coche nos robó.

Empecemos por la calle Arenal, que se hizo peatonal (relativamente) hace pocos años. Si no fuera por el famoso edificio de la Puerta del Sol del fondo, costaría ubicar esta escena de la comedia Encuentro en la ciudad (1956), en la que vemos a Isabel, llegada de su pequeña ciudad y con poco dinero, pasear por la gran ciudad:


Encuentro en la ciudad
Encuentro en la ciudad (José María Elorrieta, 1956)

Lo mismo ocurre con esta otra imagen que tiene la misma perspectiva, de una película del periodo mudo, el melodrama Rosa de Madrid (1927):


Rosa de Madrid
Rosa de Madrid (Eusebio Fernández Ardavín, 1927)

Y con una perspectiva más larga que incluye la discoteca Joy Eslava, pero con el mismo fondo, una imagen del drama generacional Historias del Kronen (1995):


Historias del Kronen
Historias del Kronen (Montxo Armendáriz, 1995)

Y continuamos con la calle Preciados, un espacio normalmente abarrotado de peatones que nos cuesta hoy concebir con una calzada en medio. Pero así era en todos sus tramos hasta los años 60. 

El primer tramo que se peatonalizó, a finales de los años 60, fue el comprendido entre la Plaza del Callao y el cruce con la calle Tetuán. Durante el rodaje de la insufrible comedia Es mi hombre (1966), (triste) homenaje a la obra homónima de Carlos Arniches, todavía este tramo estaba tomado por los coches:

Es mi hombre
Es mi hombre (Rafael Gil, 1966)

Y justo antes de la peatonalización se debió de rodar esta escena de la comedia Crimen imperfecto (1970), que muestra una de las muchas situaciones disparatadas en las que se ven envueltos los detectives de poca monta que la protagonizan:


Crimen imperfecto
Crimen imperfecto (Fernando Fernán Gómez, 1970)

En las imágenes podemos distinguir algunos de los comercios de la época, en su mayoría desaparecidos. En la primera, a la derecha, calzados Legan; en la segunda, a la izquierda, una tienda que vende las famosas camisas Suybalén.

Y ellos, sí, son Fernando Fernán Gómez y José Luis López Vázquez, los detectives, disfrazados de enfermeras (también de la época).


Se suele pasar por alto que la calle Preciados no termina en la Plaza del Callao sino que continúa, una vez atravesada esta, hasta la plaza de Santo Domingo. Y fue justamente este tramo el último en ser peatonalizado, ya bien entrado el siglo XXI. En esta parte de la calle estaba la pensión donde vivía una mujer a la que acuden, desesperados, dos hombres solteros que se han encontrado un bebé en la puerta de su casa y desean que alguien lo amamante. Todo esto ocurre en la comedia La visita que no tocó el timbre (1965), bien dirigida e interpretada, pero un tanto insulsa.


La visita que no tocó el timbre
La visita que no tocó el timbre (Mario Camus, 1965)

El portal de la pensión está al lado de un restaurante que existió hasta hace pocos años y cuyo escaparate lleno de marisco podemos ver a la izquierda. Aparece también en el magnífico noir El crack (1981), y es el Korynto, cuyo rótulo de neón se distingue a la derecha, mientras que a la izquierda vemos el de una de las muchas peleterías ya desaparecidas que había en este tramo de la calle Preciados.


El crack
El crack (José Luis Garci, 1981)

Nos vamos a otra calle comercial, de un comercio muy específico: el de libros. Sí, hablamos de la Cuesta de Moyano, en la que hasta 2007 el amante de la lectura soportó, mientras curioseaba y soñaba con futuras lecturas, el paso de coches, motos y camiones.


Trampa para Catalina
Trampa para Catalina (Pedro Lazaga, 1961)

En la comedia costumbrista Trampa para Catalina (1961) dos grupos de personajes se dan cita en lo que llaman "la Feria del Libro de la Cuesta de Moyano". Un grupo lo forman amigos de Catalina, una joven vendedora de pescado que va a recibir una extraña propuesta; aquí los vemos disimulando, como si les interesaran los libros (que, por cierto, están a dos pesetas):


Trampa para Catalina
Trampa para Catalina (Pedro Lazaga, 1961)

 

En coche precisamente llega a la Cuesta Asun, una mujer que hace trabajos de encuadernación para algunos de los libreros en la inclasificable película Niño Nadie (1996):


Niño Nadie
Niño Nadie (José Luis Borau, 1996)

Y Marta, una de las protagonistas de la dramedia generacional Las razones de mis amigos (2000), puede coger un taxi al mismísimo lado del puesto donde ha estado mirando libros con Carlos, uno de sus amigos de la universidad:


Las razones de mis amigos
Las razones de mis amigos (Gerardo Herrero, 2000)

Pero tampoco es que hoy haya que hacer mucho esfuerzo para coger un taxi cerca, así que... ¡bienvenidas sean estas y todas las calles que se recuperen para el caminante! Con el testimonio cinematográfico de su pasado automovilístico tenemos suficiente.



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