Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Dos películas estrenadas al principio de la década de los 60 nos alertaron ya sobre la proliferación de obras en Madrid, unas útiles, otras inútiles, pero en todo caso descoordinadas y muy molestas para los ciudadanos. 

En la comedia melodramática Mi calle (1960) se retrata la historia de una calle de Madrid (básicamente la calle Don Pedro, aunque una buena parte se recreó en estudios) y de sus vecinos. En más de una ocasión, nada más acabar una obra importante en la calzada (por ejemplo, adoquinar y, años después, asfaltar), aparece una brigada de obras del Ayuntamiento a hacer alguna cala:


Mi calle
Mi calle (Edgar Neville, 1960)

La indignación y la impotencia de los vecinos es evidente en los diálogos, por ejemplo en este:

VECINO 1: ¡Eh! ¡Eh! ¡Oiga, pare, hombre!

VECINO 2: Pero hombre, ¡si acaban de asfaltar la calle!

OPERARIO: ¿Y a mí qué me cuenta usted? A nosotros nos han mandado hacer la cala, y la hacemos.

VECINO 1: ¡Pero si acabamos de estrenar el pavimento! ¡No es posible!

OPERARIO: Eso se lo dicen ustedes al alcalde.

VECINO 2: Esperen que vayamos a la alcaldía.

OPERARIO: No puede ser. Tenemos que hacer el agujero enseguida. La orden es la orden: en cuanto asfalten, el agujero.

VECINO 1: ¡Bueno, esto es una vergüenza!


Más obras y otros obstáculos es lo que se encuentra don Anselmo, el protagonista de la excelente tragicomedia El cochecito (Marco Ferreri, 1960), un anciano que, tras superarlos, consigue llegar jadeante a la vaquería de su amigo Lucas, en la calle Cardenal Cisneros:



No es que en las décadas anteriores no molestaran las obras, no: hablamos de una ciudad devastada por la guerra que tuvo que ser casi reconstruida en algunas zonas. La escasez de todo en la inmediata postguerra no daba para mucho, pero en los 50 el cine documenta ya algunas obras públicas. En la película policiaca ¡Hombre acosado! (1952), hasta nos aparece en primer plano la hormigonera de unas obras en la plaza de la Cruz Verde:


Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras
¡Hombre acosado! (Pedro Lazaga, 1952)

También en este década, el cortometraje Después del fin (1959) documenta importantes obras en la plaza de Tirso de Molina. En esta película, homenaje a Ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica, 1948), un padre sin trabajo y su hijo deambulan por la ciudad buscándose la vida; en este lugar, el padre intenta en vano conseguir trabajo en la obra.


Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras
Después del fin (José María Font Espina, 1959)

Y llegamos de nuevo a los años 60. La economía va mejorando y se van acometiendo todo tipo de obras nuevas o de reforma, así como de grandes construcciones. Como la del estadio Vicente Calderón, que aparece cuando la pareja protagonista del corto A las diez y media (1962) da un paseo hasta allí desde el puente de Segovia:


Madrid y el cine: Una ciudad en obras
A las diez y media (José Suárez Carreño, 1962)

Durante el rodaje de La verbena de la Paloma (1963), también el Paseo del Prado estaba tomado por las obras, a las que se alude pomposamente en la típica presentación de las películas madrileñas de la época, como "aspiraciones de reformas tan empeñativas como estas":


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La verbena de la Paloma (José Luis Sáenz de Heredia, 1963)

Un cortometraje rodado en esas mismas fechas, Tiempo negro (1963), nos muestra unas obras de reforma en el recinto de la Biblioteca Nacional (y de paso podemos ver, de frente, un lateral de la desaparecida Casa de la Moneda):


Madrid y el cine: Una ciudad en obras
Tiempo negro (Wilhelm Ziener, 1963)

También se encuentra con obstáculos creados por las obras, esta vez cerca del parque del Retiro, Lorenzo, el protagonista del singular drama Nueve cartas a Berta (1966), cuando va en busca de los recuerdos de Berta, concretamente a la casa que habitaron sus padres antes de exiliarse, en el número 18 de la calle Alfonso XII:


Nueve cartas a Berta
Nueve cartas a Berta (Basilio Martín Patino, 1966)


Hay obrazas, obras y obritas, y la que viene ahora es de estas últimas. Este tipo de obras, por pequeñas que sean, son una molestia cuando se hacen en la puerta de tu casa, pero en este caso están en la Carrera de San Jerónimo, prácticamente en la puerta del Congreso de los Diputados, y, como aparecen en un cortometraje de 1970 (El león), supongo que no causaron muchas molestias porque la actividad parlamentaria -si así se puede llamar a la de las cortes franquistas, que en puridad no- no sería muy intensa.


Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras
El león (Enrique Álvarez-Diosdado, 1970)

Vamos ahora a la obraza que supuso la construcción de la M30. La película de acción Un verano para matar (1972), una coproducción de España, Francia e Italia, es recordada sobre todo por una espectacular persecución en coche que sale de la plaza de las Ventas y transcurre por la M30 en obras:


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Un verano para matar (Antonio Isasi-Isasmendi, 1972)

Pero es a finales del siglo XX y en nuestro siglo XXI cuando más presentes se hacen las muchas obras que transforman nuestra ciudad, embelleciéndola, reparándola o afeándola, según se vea y a gusto de cada cual. 

Ahora que la zona del Puente de Ventas está patas arriba, la comedia Nada en la nevera (1998) nos recuerda que no hace tantos años -menos de treinta- también lo estuvo. Al paso de la ambulancia que conduce la protagonista, vemos el entorno en obras y una pasarela peatonal provisional:


Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras
Nada en la nevera (Álvaro Fernández Armero, 1998)


A comienzos del siglo XXI empiezan las obras de soterramiento de la M30 en el tramo sur, que quedaron reflejadas en el drama Mujeres en el parque (2006) con esta imagen tomada desde el Puente de Toledo en la que todavía se ve en pie el estadio Vicente Calderón:


Madrid y el cine: Una ciudad en obras
Mujeres en el parque (Felipe Vega, 2006)

La entretenida dramedia Canícula (2002) se desarrolla, como su título indica, en un polvoriento y abrasador verano madrileño. Esta solía ser la época preferida para llevar a cabo obras en las calles (ahora lo es todo el año), y los personajes están continuamente lidiando con las obras de toda la ciudad, como estas de la calle Embajadores:


Canícula
Canícula (Álvaro García-Capelo, 2002)

También hace buen tiempo cuando Blanca y Bárbara, sobrina y tía, pasean por Madrid en su búsqueda de un hombre del que la más joven se ha enamorado. En la comedia Enloquecidas (2008), las continuas obras en las calles parecen subrayar los obstáculos que ambas mujeres se encuentran en sus pesquisas (y quizá también aumentar su grado de enloquecimiento).

Hay obras, por ejemplo, en la calle Santiago, cerca de la iglesia del mismo nombre:


Enloquecidas
Enloquecidas (Juan Luis Iborra, 2008)

Igual ocurre en la plaza del Cordón, a cuyo número 2 acuden repetidas veces, pues en uno de sus pisos (que está en venta) vive una anciana pareja que tiene una foto del hombre al que buscan:


Enloquecidas
Enloquecidas (Juan Luis Iborra, 2008)

Las obras no perdonan ninguna zona de Madrid. Pocos años después, el experimento cinematográfico Los ilusos (2013) nos muestra la calle Santa Isabel intransitable, con su mercado y su Filmoteca rodeados por las ubicuas vallas de obras:


Los ilusos
Los ilusos (Jonás Trueba, 2013)

Pero queda una de las más infames obras que se han hecho en la ciudad en las últimas décadas: la que afectó a la zona de la plaza de Canalejas y su conexión con la calle Alcalá. Uno de los mayores desaguisados, la desaparición del interior del antiguo Banco Hispano Americano para su reconversión en un hotel de lujo y una galería de lo mismo, y el aumento de superficie del noble edificio con dos pisos de horribles recrecidos que, si bien desde la acera del propio edificio no se aprecian, se ven perfectamente desde muchos puntos de la ciudad. En el thriller El asesino de los caprichos (2019), no muy original pero entretenido y bien realizado, que narra la investigación sobre un asesino en serie que recrea grabados de Goya (los de su serie de los caprichos) en sus asesinatos, vemos a la derecha el edificio tapado por las redes de obra:


El asesino de los caprichos
El asesino de los caprichos (Gerardo Herrero, 2019)

Dejo para el final el caso más flagrante de obra inútil y perturbadora del bienestar común: las sucesivas reformas de la Puerta del Sol. La dramedia Esperando septiembre (2011) recoge los momentos finales de la reforma que se realizó en la primera década del siglo XXI para conectar metro y cercanías y ampliar el espacio peatonal. Los amigos protagonistas del filme terminarán el verano tomando las uvas el 31 de agosto, con las obras ya terminadas.


Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras
Esperando septiembre (Tina Olivares, 2011)

Para sorpresa de casi todos, poco más de una década después se vuelve a levantar toda la plaza para cambiar la pavimentación y mover de un sitio a otro diversos elementos. Es lo que muestra desde el principio la comedia Soy una buena persona (2023) y lo que yo, que no debo de ser lo que dice el título, califico como derroche del dinero público a costa de casi todos para beneficio de unos pocos:


Madrid y el cine: Una ciudad en obras

Madrid y el cine: Una ciudad en obras
Soy una buena persona (Norberto Ramos del Val, 2023)

Por si no bastaran las obras en demasía que atestan la ciudad, algunos imaginan nuevas obras para desarrollar sus tramas. En la comedia La pandilla de los once (1961), una de las muchas parodias de las películas de gángsteres estadounidenses que se hicieron en esa década, la intención de los protagonistas es robar el Banco de España, y para ello intentan acceder al edificio desde unas falsas obras en la plaza de Cibeles. 


La pandilla de los once
La pandilla de los once (Pedro Lazaga, 1963)

No sería nada de extrañar que algo similar ocurriera cualquier día de estos. Con tanta obra por todas partes, nadie se va a poner a pedir explicaciones.


El actor estadounidense Danny de Vito, cuando en una ocasión vino a Madrid, se despidió diciendo, irónicamente, que ojalá encontráramos algún día el tesoro. Pues parece que todavía no lo hemos encontrado y que lo buscamos aún con más ahínco.






Comentarios

  1. Fantástico, Marisa. Me he acordado, además, de la plaza de las Descalzas, y la plaza de San Martín, en esa fantástica (para mí) película «EL ESPONTÁNEO», 1964, de Jorge Grau, plagada de imágenes y localizaciones impagables, toda ella.

    Y como historia graciosa, aunque no de unas obras reales, que decir tiene de aquella supuesta cuadrilla de operarios municipales, que simulaban empezar una obra frente a un comercio, para sacar una propina, por trasladarse a la puerta del vecino. Viva la picaresca que llevamos en la sangre, como ADN identitario. En «LOS TRAMPOSOS» 1959, de Pedro Lazaga.

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    1. Pues es verdad, se me ha olvidado incluir "El espontáneo", y mira que tengo los fotogramas sacados. Para mí también es una película estupenda

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