Madrid y el cine: El tío Paco en el Museo del Prado

La historia del traslado de los cuadros del Museo del Prado durante la Guerra Civil es bien conocida, sobre todo desde el estreno del documental Las cajas españolas (Alberto Porlan, 2004). Pero un poco antes de esta fecha, en una recomendable, enternecedora y triste película de Antonio Mercero pudimos ver un episodio basado en los preparativos de ese traslado, una ficción intrahistórica que bien podría haber sido cierta. 


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
La hora de los valientes (Antonio Mercero, 1998)

Manuel, un joven celador del museo, escucha, junto con algunos milicianos, las explicaciones de un profesor sobre el cuadro del fotograma:

(...) no es de extrañar que Goya, testigo de tantos horrores, estuviera tan serio y escéptico en este retrato. ¿No veis en su rostro una cierta amargura? Algo así como una profunda desesperanza.

Poco después, durante los preparativos del traslado, suena una alarma, el edificio se queda a oscuras y todos corren al exterior. Manuel se cae y encuentra en el suelo, olvidado, el autorretrato de Francisco de Goya, que ha estado a punto de romperse. En medio del caos, solo se le ocurre quitarle el marco roto y llevárselo guardado bajo el abrigo para protegerlo, y así lo lleva hasta su casa, con la intención de salvarlo y devolverlo más adelante. 

Un vecino de la familia de Manuel, Lucas, un advenedizo que se apunta al bando ganador en cada momento, por venganza personal consigue que una brigada de esas que campaban a sus anchas por Madrid al principio de la guerra haga un registro en la casa. A la familia no se le ocurre otra salida, antes de la entrada de la brigada, que poner el cuadro en una pared, junto con otros que ya hay colgados. Vacían cajones y armarios, rompen colchones, y finalmente uno de ellos se fija en el autorretrato de Goya:

- ¿Y este quién es?

- Mi tío Paco, de Zaragoza.

- Ah, ya, ya.

Tras muchas vicisitudes, al final de la guerra el propio Manuel devuelve al cuadro al museo, aunque en ese empeño pierde su vida a manos de Lucas, convertido ahora en falangista.

En la última escena de la película, años después, vemos a un grupo de visitantes y escuchamos la voz de un guía del museo:


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
La hora de los valientes (Antonio Mercero, 1998)

 
Y aquí tienen al mismísimo don Francisco de Goya, en el autorretrato que el genial pintor se hizo a una edad ya madura. Como anécdota les diré que a principios de nuestra cruzada este cuadro fue sustraído del museo por unos rojos con el ánimo de fugarse al extranjero y venderlo. Por suerte para todos, el mismo día de la victoria un falangista que entró en Madrid con sus hombres lo rescató para el museo, consiguiendo por ello la Gran Cruz de Isabel la Católica y el eterno agradecimiento de todos los amantes del arte.


El tío Paco había aparecido mucho antes en el cine estadounidense, en una comedia ligera, con una trama basada en el robo de obras de arte, que hoy apenas tiene el aliciente de ver a Rita Hayworth en España. Se trata de la película Último chantaje (The Happy Thieves, George Marshall, 1961). En el primer fotograma vemos cómo el protagonista se para entre Los fusilamientos del 3 de mayo y La lucha con los mamelucos para observar el autorretrato.

Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Último chantaje (George Marshall, 1961)

Sin embargo, el que le interesa realmente no es el autorretrato, como vemos en los siguientes fotogramas:

Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Último chantaje (George Marshall, 1961)

Su autorretrato no es, claro, el único cuadro de Francisco de Goya que aparece en el cine. En ese extraño e interesante producto cinematográfico titulado Madrid (1987), a caballo entre el documental y la ficción, uno de los lugares visitados por el protagonista, un director alemán que viene a hacer un documental de televisión sobre el presente y el pasado de la ciudad, es el Museo del Prado. Allí, se sienta a contemplar sosegadamente, detalle a detalle, Los fusilamientos del 3 de mayo:


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Madrid (Basilio Martín Patino, 1987)


Vamos a otras reflexiones e intenciones surgidas por la contemplación de cuadros de Goya. En la película histórica de coproducción hispano-estadounidense Los fantasmas de Goya (2006), el oportunista inquisidor Lorenzo Casamares acompaña al rey José I, que inspecciona la colección real con vistas a enviarle unos regalitos a su hermano Napoleón. Desecha con horror la idea de requisar El jardín de las delicias del Bosco, que le provoca espanto, pero, ante el cuadro de Goya La familia de Carlos IV, exclama: ¡Ah, este sí parece prometedor! Es Carlos IV. Le conocí. Y a su esposa, aunque no la recordaba tan fea.


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Los fantasmas de Goya (Milos Forman, 2006)


Pero además, tenemos a don Francisco no solo en el interior, sino en el exterior, pues anunciando la puerta del museo que lleva su apellido está una de las varias estatuas de Goya que hay en Madrid, en este caso la del escultor Mariano Benlliure. Claro que no siempre ha estado allí; como muchas otras esculturas viajeras de Madrid, ha pasado por varios sitios: primero el paseo de coches del Retiro, luego la calle Goya y, finalmente, su emplazamiento actual.

Cabe esta escultura se citan Mari Zarubia y su prometido en la, de nuevo, película estadounidense Spanish Affair (1957, en español Aventura para dos). Mari ha sido contratada como intérprete por el arquitecto Merritt Blake, al que va a acompañar en un viaje por España. El novio de Mari, enjuto, cetrino, muy racial, y, por supuesto, mucho menos atractivo que el norteamericano, está celoso y le monta una escena.

Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado

Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Spanish Affair (Don Siegel, 1957)

Muy cerca de ellos encontramos a Faustino y Julita, vendedor callejero él, pintora callejera de retratos ella, ambos condenados a una silla de ruedas, y conocemos su historia de amor. Un pequeño episodio inserto en la magnífica tragicomedia El cochecito (1960):

Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
El cochecito (Marco Ferreri, 1960)

La secretaria alemana protagonista de la anodina comedia romántica Una chica casi formal (1963) visita, claro está, el museo del Prado, y entra, afortunada ella, por la puerta de Goya, cuya escultura enfoca la cámara de espaldas y de frente:


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Una chica casi formal (Ladislao Vajda, 1963)

En el mismo lugar, en la siguiente década, están tres chavalitos de entre ocho y diez años, sentados en las escaleras del museo y mirando hacia la estatua:


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Adiós, cigüeña, adiós (Manolo Summers, 1971)

¿Qué mira tan atentamente el niño que está sentado más arriba? Sí, mira el monumento de Goya, pero su mirada se desplaza rápidamente hacia la parte más interesante para él, que no es el propio Francisco de Goya sino la figura que hay debajo:


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Adiós, cigüeña, adiós (Manolo Summers, 1971)

Y le oímos decir: ¡Jo, qué chavala!

Buen testimonio, esta película para adolescentes pero muy seria al mismo tiempo, de un tiempo de penurias psicológicas y sexuales que a Francisco de Goya tampoco le hubiera gustado vivir.


La imagen más reciente (hasta ahora) de esta escultura nos la brinda la película Cerrar los ojos (2023), la última obra de Víctor Erice, que tiene sus luces y sus sombras. El protagonista, el director de cine Miguel Garay, va al Museo del Prado a hablar con la hija de Julio Arenas, un actor desaparecido en extrañas circunstancias durante el rodaje de una película suya. Ana Arenas trabaja en el museo y, antes de entrar en él, la película nos regala esta magnífica imagen, con el potente Goya vigilando la entrada.


Madrid y el cine: Goya en el Museo del Prado
Cerrar los ojos (Víctor Erice, 2023)




Comentarios