Madrid y el cine: Café Barbieri

Muchos cafés muy importantes de Madrid desaparecieron para siempre. Sin embargo, hay varios casos recientes de cafés muy queridos por los madrileños que cerraron y volvieron a abrir, aunque cambiando de dueño.

Hoy hablamos de uno de ellos, el más bohemio: el café Barbieri, en la calle del Ave María, muy cerca ya de la plaza de Lavapiés. Se inauguró en 1902 (el mismo año en que se inauguraron las esculturas viajeras de las que hablé en la entrada anterior) y se cerró en 2021, pero afortunadamente volvió a abrir sus puertas menos de un año después.

En el Barbieri se han rodado escenas de varias películas interesantes en los años 70 y 80 y hoy vamos a hablar de tres de ellas.

La primera es Pim, pam, pum... ¡fuego! (1975), un drama (bien) ambientado en los años 40 que cuenta la peripecia madrileña de Paca, una corista que, en medio de la miseria reinante, no encuentra otra salida que convertirse en amante de un estraperlista. Paca, sin embargo, está enamorada de Luis , con el que la vemos en el café:


Madrid en el cine: Pim pam pum fuego
Pim, pam, pum... ¡fuego! (Pedro Olea, 1975)

Probablemente lo más característico de este café es la decoración de sus espejos y ventanas, que hace que lo reconozcamos inmediatamente. Esta decoración es aprovechada por los cineastas, que los usan para enmarcar a sus personajes dentro de la escena, como podrás apreciar en varios fotogramas.


Una película icónica del cine español que se rodó en el Barbieri es El sur (1983). En una escena que nos hace comprender mucho del argumento, Agustín, el padre de la niña protagonista, ha salido del cine Arcadia (en realidad el Cinema Vesa, situado en Vitoria) y se ha ido al Café Oriental (en realidad el café Barbieri de Madrid):


Madrid en el cine: El Sur
El sur (Víctor Erice, 1983)

Vemos al padre escribir una carta cuyo contenido nos desvela uno de sus secretos:

Querida Laura:

Seguramente te extrañará recibir esta carta después de tanto silencio, pero ocurre que acabo de ver cómo un enamorado de película te pegaba dos tiros y te enviaba al otro mundo. Sí, ya sé que las cosas que ocurren en el cine son mentira, pero sigo siendo un supersticioso irremediable y quiero comprobar que todavía sigues aquí...

Mientras la escribe, Estrella, su hija, le ve a través de la ventana y se acerca. 


Madrid en el cine: El sur
El sur (Víctor Erice, 1983)

Es también en este café donde Agustín lee la respuesta de Laura, que le sobrecoge cuando comprende la soledad angustiosa en la que ella vive.


La tercera película, también de los años 80, es Tiempo de silencio (1986), una excelente adaptación de la novela de Luis Martín Santos de 1962. La escena en el Barbieri muestra un encuentro del médico protagonista, Pedro, con Dorita, la chica de 19 años nieta de la dueña de la pensión donde vive y con la que la abuela quiere casarlo.

Madrid en el cine: Tiempo de silencio
Tiempo de silencio (Vicente Aranda, 1986)

Tres interesantes películas que hay que ver y que retratan los tiempos duros de la posguerra. 


Pero el café ha seguido siendo escenario de rodajes en el siglo XXI. Allí vemos a Luna, la protagonista de Juego de luna (2001), jugadora de póker que es uno de los pocos alicientes de este drama que pasó sin pena ni gloria:


Juego de luna
Juego de luna (Mónica Laguna, 2001)

También es el lugar de encuentro de varios de los protagonistas de la comedia de timadores Incautos (2004), una película ágil y entretenida a pesar de que la trama a veces se retuerce demasiado:


Incautos
Incautos (Miguel Bardem, 2004)


Y otro encuentro de argentinos y españoles se produce años después en la deslavazada comedia Despido procedente (2017), de flojo guion que no consigue levantar ni un buen reparto. En esta película, el café Barbieri simula ser un café de Buenos Aires, y bien podría serlo:


Despido procedente
Despido procedente (Lucas Figueroa, 2017)

La localización más reciente la encontramos en el preciosista cortometraje romántico Gladiadores (2020), la emotiva historia de una despedida:

Gladiadores
Gladiadores (Helher Escribano, 2020)

Lugar para pensar, para leer, lugar de encuentros amorosos y melancólicas despedidas, de grupos de amigos, de "colegas", de gente que acaba de conocerse... Ojalá el nuevo Barbieri mantenga el mismo espíritu.




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