Hablaremos hoy, a través de las imágenes que nos proporciona el cine, de un edificio diseñado por Antonio Palacios que estuvo a punto de desaparecer en las postrimerías de los años 60 y los comienzos de los 70 -esa etapa tan fatídica para la arquitectura y la historia de nuestra ciudad-. Se trata del Hospital de Jornaleros u Hospital de Maudes, inaugurado en 1917 y que en la segunda mitad de la década de los 60 había caído ya, increíblemente, en desuso, abandonándose y llegando a usarse como almacén por los chatarreros de la zona.
Justamente la primera imagen cinematográfica que he localizado nos muestra el comienzo de ese abandono. En el cortometraje La ventana (1966), Eulogio llega a Madrid desde Robledo de Chavela con una carta del capitán médico de la Subestación de dicho pueblo para un doctor apellidado Borrell; pero el hospital parece cerrado, y finalmente un conserje o vigilante le informa de que, efectivamente, el hospital no está funcionando y le indica que vaya muy cerca, a la calle Alenza, al Hospital Central del Aire.
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La ventana (Carlos Gortari, 1966) |
Eulogio, que está haciendo el servicio militar, sufre de desmayos y otros síntomas que podrían deberse a una crisis nerviosa. Se da media vuelta y se encamina hacia la calle Alenza:
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La ventana (Carlos Gortari, 1966) |
Curiosamente, a pesar de la magnificencia del edificio, apenas encontramos en el cine imágenes de su exterior, y menos aún imágenes en las que se vea completo; más bien el exterior aparece de refilón, cuando algún coche atraviesa la calle Raimundo Fernández Villaverde, convertida en una especie de autopista para desgracia de sus vecinos. Ocurre, por ejemplo, en la comedia Vida conyugal sana (1974); el coche se dirige hacia Cuatro Caminos por su antiguo scalextric, y a la derecha asoma tímidamente nuestro hospital:
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Vida conyugal sana (Roberto Bodegas, 1974) |
Quizá sea por ese intenso tráfico y por la estrechez de las aceras de la calle Raimundo Fernández Villaverde (y las no muy anchas tampoco de la calle Maudes) por lo que de este edificio el cine ha aprovechado los interiores y no los exteriores. ¡Pero qué interiores, señores! Construido siguiendo criterios higienistas, el hospital gozaba de un precioso y amplio patio interior que aparece en bastantes películas, con diferentes personalidades. Sus blancos pasillos decorados con cerámica son otro de los lugares frecuentados por el cine.
La última noche del siglo XX, el mismo día en que cumple dieciocho años, Lola, la protagonista de la comedia de ciencia-ficción La mujer más fea del mundo (1999), acude a un baile de disfraces con una máscara que le cubre completamente la cara. Conoce a un hombre y bailan mientras él le habla de lo importante que es para él lo que las personas llevan dentro, a diferencia del criterio imperante en el mundo, sujeto a una dictadura de la estética. Llega a afirmar que podría enamorarse de la mujer más fea del mundo. Después de bailar toda la noche, Lola, confiada, sale con él a un patio que no es otro que el de nuestro hospital. Al lado de la fuente él le propone que a las doce, cuando suenen las campanadas, le quite la máscara y se besen; y así lo hace, pero sin fijarse en su cara. Después del beso, la mira y, para total frustración de Lola, no puede contener las ganas de vomitar.
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La mujer más fea del mundo (Miguel Bardem, 1999) |
En contra de los deseos de la benefactora bajo cuyo auspicio se construyó el hospital, Dolores Romero y Arano, el sanatorio dejó de usarse como tal cuando fue adquirido en los años 80 por la Comunidad de Madrid, que lo destinó a ser sede de una Consejería. Y es a un edificio oficial -o al menos de oficinas- a donde parece ir Ángela, víctima de violencia de género, a buscar asesoramiento, en el drama Solo mía (2001).
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Solo mía (Javier Balaguer, 2001) |
La respuesta de la mujer que atiende a Ángela no es muy alentadora, pero al mismo tiempo, desde la perspectiva actual -24 años después-, nos proporciona una esperanza: algo hemos avanzado.
Casos como el tuyo están a la orden del día. Ya casi ni nos sorprenden. ¿Y sabes lo más triste? Que apenas hay soluciones. Los políticos echan la culpa a la justicia, y la justicia a unas leyes insuficientes que nadie sabe por qué están ahí. Y para colmo, la sociedad mira hacia otro lado como si el tema no le concerniera. Quizá te resulte duro, pero tu caso no es los más graves. Mira las carpetas. Ahí hay casos que te pondrían los pelos de punta. ¿Qué puedo decirte? Tienes una hija y eso reduce tu margen de maniobra. ¿Un consejo? Abandona la ciudad, desaparece, procura que nunca sepa nada de ti. Lo siento, Ángela, ojalá pudiera servirte realmente de ayuda.
Pero cuando Ángela camina hacia la salida, toma una determinación: no va a huir, se enfrentará cara a cara con su marido y agresor.
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Solo mía (Javier Balaguer, 2001)
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El hospital vuelve a serlo, pero psiquiátrico, en el thriller El guardián invisible (2017), basado en el primer volumen de la popular Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo. La inspectora Amaia Salazar acude a ver a su malvada madre a un supuesto hospital de Navarra que resulta ser el de Maudes, del que vemos, de nuevo, su patio y sus pasillos:
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El guardián invisible (Fernando González Molina, 2017) |
También es hospital en el cortometraje Mi primera opción (2021), cuando dos amigas charlan y discuten sobre sexo oral mientras esperan.
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Mi primera opción (Carlota Callén, 2021) |
Pero en varias de sus últimas apariciones cinematográficas el antiguo hospital y ahora consejería autonómica se convierte en residencia de la tercera edad. ¡Ay, qué alejado está a veces el cine de la realidad!
En la penosa comedia Los Rodríguez y el más allá (2019), la susodicha familia va a visitar a la abuela, que recibe sonriente en el patio a su hijo y a sus nietos pero suelta sapos y culebras cuando la saluda su nuera:
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Los Rodríguez y el más allá (Paco Arango, 2019) |
Cuando van por un pasillo hacia la salida, después de la visita, Nico, el niño, se acuerda de que se ha dejado su cubo de Rubik en el patio. Vuelve y lo tiene su abuela, que se lo ha quitado intencionadamente para poder hablar a solas con él. Le entrega un paquete que su abuelo dejó para que se le entregara al cumplir quince años y del que no puede hablar con nadie.
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Los Rodríguez y el más allá (Paco Arango, 2019) |
La abuela es, sí, Geraldine Chaplin. ¡Qué abismo, de sus películas con Saura a estos productos adocenados al estilo Netflix! Pero el bolsillo manda... Y el patio del antiguo hospital, eso sí, está maravillosamente retratado.
A esta residencia también quieren traer a Manuel, el abuelo de la película de terror Viejos (2022). Su nuera, Lena, y su nieta, Naia, vienen al hospital de Maudes a pedir el ingreso inmediato de Manuel. Parece irónico, pues se anuncia como residencia pública. Las recibe en el magnífico patio el director de la residencia, ya provecto también:
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Viejos (Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, 2022) |
Esta película nos permite también ver las estupendas galerías y pasillos, con la luz que los inunda:
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Viejos (Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, 2022)
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Imponente edificio, ¿verdad? Ojalá en un futuro próximo se pacifique el tráfico a su paso, se reduzca el número de carriles para coches y podamos disfrutar más de él, tanto en la vida como en el cine.

Qué lugar arquitectónicamente tan mágico. Aunque no está, o no estaba permitida la entrada. Yo, en un viaje a Madrid, descubrí un punto muerto para entrar, nada tan espectacular como lo de Steve McQueen en «La Gran Evasión» junto a la valla, ni muchísimo menos. Pero pude andar a placer, con mucho respeto, eso sí, disfrute enormemente. Me permitiréis que nos os revele el secreto, no estaría bien.
ResponderEliminarSigue sin estar permitida la entrada, a no ser que vayas a hacer algún trámite a la consejería. Pero hay visitas guiadas de vez en cuando. De todas formas, cuando vaya por allí lo rodearé, a ver si encuentro el punto muerto que dices, porque me provoca mucha curiosidad
EliminarPrefiero no comentarlo en abierto. elsoro@elsoro.com
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