Madrid y el cine: Mercado de frutas y verduras de Legazpi

Aunque el Mercado Central de Frutas y Verduras de Legazpi comenzó a funcionar en 1935, no he encontrado imágenes cinematográficas de él hasta finales de los años 50. Quizá porque es en este momento cuando afloran las temáticas sociales en nuestro cine; cuando la vida de la clase trabajadora (y no su recreación folclórica o sainetesca) se convierte en algo de interés para algunos cineastas. 

Pero incluso en los que lo eligen como escenario, encontramos grandes diferencias entre un tratamiento más anecdótico y otro más profundo. El Mercado de Frutas y Verduras fue durante varias décadas un espacio donde se desarrollaba un trabajo muy duro -más para los descargadores y los transportistas, un poco menos para los dueños de las flotas y los tratantes-, pero no todas las películas muestran este aspecto de la vida del mercado.

En la comedia La vida alrededor (1959), el protagonista, Antonio, no trabaja en este lugar; es un abogado que, para mantener su alto tren de vida, decide dedicarse a la defensa de individuos no muy honestos. Y es así como recala en el mercado, para defender a Ceferino López, "el Agujetas", de Alimenticios López, distribuidor acusado de fraude y de venta de productos prohibidos.


La vida alrededor
La vida alrededor (Fernando Fernán Gómez, 1959)

Podemos ver en estas imágenes el tráfago de gente y mercancías, y sin embargo se dijera que los descargadores pasean tranquilamente con banastas -que ellos solían llamar seras- o cajas medio vacías.

Más circunstancial y banal es la aparición del mercado en la infame comedia musical Han robado una estrella (1963), un frustrado lanzamiento al estrellato -nunca mejor dicho- de una nueva niña cantora, Estrella, cuando ya habían triunfado Marisol y Joselito. Estrella viaja de extranjis, junto con tres hombres, en la parte trasera del camión de un transportista que se dirige al mercado; una vez llegados a él, se desarrollará una absurda escena que incluye una actuación de la susodicha jovencita.


Han robado una estrella
Han robado una estrella (Javier Setó, 1963)

Fue Carlos Saura el primero -que sepamos- que nos mostró la vida del mercado en toda su dimensión. En el magnífico drama social Los golfos (1960), uno de los jóvenes del grupo de golfos, el que quiere ser torero, trabaja como mozo de carga y descarga; sus amigos, que desdeñan el esfuerzo físico que este trabajo requiere, se pasean por todos los rincones, vestidos de señoritos, robando lo que pueden -básicamente unas piezas de fruta-.


Los golfos
Los golfos (Carlos Saura, 1960)

En esta escena sin diálogos, apreciamos no solo el ajetreo de la cantidad de gente moviéndose y trabajando duramente, sino el estruendoso ruido formado por los camiones que entran y salen y los gritos y silbidos perentorios de los que avisan u ordenan. Vemos a los descargadores ponerse zamarras hechas de retales para protegerse los hombros, y correas sobre sus frentes. Vemos, en definitiva, lo que era la vida diaria de este centro de trabajo.

Los golfos
Los golfos (Carlos Saura, 1960)

Aunque las imágenes y el sonido de fondo son más amables, el trabajo agotador de los descargadores se menciona también en la conocida comedia estudiantil Los chicos del PREU (1967), una entretenida y no del todo banal película gracias a la introducción del personaje de Andrés, hijo de un agricultor. Cuando Andrés llega a Madrid y se une a un grupito de niños bien, se le va la cabeza y no piensa más que en divertirse, pero en una de sus visitas al pueblo se da cuenta de lo que eso les está suponiendo económicamente a sus padres. Es entonces cuando lo vemos por la mañana temprano, antes de sus clases, cargando y descargando en el mercado:


Los chicos del Preu
Los chicos del PREU (Pedro Lazaga, 1967)


Su jefe le hace una curiosa observación no exenta de cierto clasismo asumido como una realidad:

- Tiene mucho mérito lo que haces. Sí, mucho mérito. Que lo haga un ganapán de esos... bueno, es lo suyo, pero que lo hagas tú, que eres un muchacho cerebral...

Cuando va a cobrar la paga que le corresponde por lo que ha descargado ese día, el pagador, viéndole firmar, se fija en sus manos:

- Pero chico, ¡cómo tienes las manos! Las tienes abiertas.
- Es del esparto, a pesar de los guantes. Hasta que me acostumbre...
- Pero te tienen que doler.
- Un poco, pero me aguanto. Lo malo es que tengo que estar escribiendo todo el día.
- Pues cúratelas, si no va a ser peor.

Antes de los exámenes finales, Andrés va a despedirse de su jefe, aunque, si no aprueba, le dice que seguirá yendo a descargar hasta septiembre:

Los chicos del Preu
Los chicos del PREU (Pedro Lazaga, 1967)


También pegada a la realidad está la película quinqui Colegas (1982), una versión más suave de la delincuencia del extrarradio que las que vendrán después. Jose, el protagonista, se ha echado novia y quiere independizarse, así que, aunque no debe de tener ni dieciocho años, busca trabajo. Va a una oficina de empleo, en la que mantiene la siguiente conversación con una empleada:

- ¿Qué empleo tenías antes?
- Todavía ninguno. Bueno, el año pasado iba a empezar en la gasolinera donde trabaja mi padre, pero al final el jefe dijo que no, que no quería más personal, así que nada...
- ¿Qué estudios tienes?
- Hasta octavo de EGB.
- ¿Sabes algo de inglés?
- No.
- ¿Tienes carné de conducir?
- No.
- ¿Tienes conocimientos de informática?
- No.
- Tienes pendiente el servicio militar...
- Sí.

Sin transición alguna, después de estas palabras vemos a Jose en el Mercado de Legazpi, frente a un capataz que, aunque lo ve un tanto enclenque, le da una oportunidad. Pero Jose no puede con el enorme saco de patatas que tiene que cargar. Una puerta cerrada más. Ni a ganapán llega.

Colegas
Colegas (Eloy de la Iglesia, 1982)

La vida del mercado fue languideciendo en los 80, al tiempo que se construía Mercamadrid. Pocos años después del rodaje de Colegas, la actividad cesó totalmente. Queda una enorme infraestructura -bien que actualmente bastante modificada- para la cual se han a anunciado diversos planes fallidos pero que no se ha querido poner a disposición de los vecinos. Tal como nos muestra el drama experimental La soledad (2007), a su alrededor han proliferado nuevos desarrollos urbanísticos, que han terminado por dividir el entorno de la plaza de Legazpi en dos zonas de diferente nivel socioeconómico.


La soledad
La soledad (Jaime Rosales, 2007)

En esta última imagen de la película -que tuvo tantos partidarios como detractores entre el público-, vemos en primer plano la parte superior del mercado, y detrás de él numerosas grúas que, en los comienzos del siglo XXI, darían paso a esos nuevos desarrollos. La acción de este drama, sin embargo, en ningún momento se desarrolla en Arganzuela. ¿Por qué, entonces, esta elección? Justamente antes nos ha mostrado otra panorámica del centro de Madrid; ¿simbolizarán la vieja y la nueva vida de las protagonistas? Con la duda nos quedamos.

Ojalá pronto las instalaciones del Mercado de Frutas y Verduras tengan nueva vida, y esta sea en beneficio de los vecinos del barrio.




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