Madrid y el cine: Un río, una playa y muchas piscinas

Llega el calor y los madrileños, como tantos habitantes de ciudades de interior, buscamos el agua donde podemos. 

A lo largo de los siglos fue el río Manzanares el que nos proporcionó refresco y alivio. La urbanización de su ribera y diversas clases de contaminación fueron alejando a los bañistas de su paso por la ciudad. En los años 60, los protagonistas del magnífico drama social Los golfos (1963) van con unas chicas a bañarse y bailar, pero lo hacen lejos del centro, en El Pardo, muy cerca del puente ferroviario de Mingorrubio, y la tarde depara más calor para dos de ellos, que se enzarzan en una pelea:

Los golfos
Los golfos (Carlos Saura, 1963)

A pesar de lo que dice una famosa canción, en Madrid tuvimos playa (y parece que la tendremos de nuevo, si se cumplen los planes del actual Ayuntamiento). Una playa artificial, claro, que se inauguró en los años 30 y pudo disfrutarse hasta los 50. De su primera década de existencia son estas imágenes de una película muy curiosa, Carne de fieras (1936), un melodrama cuyo rodaje terminó ya comenzada la Guerra Civil:

Carne de fieras
Carne de fieras (Armand Guerra, 1936)


Pero las que desde finales del siglo XIX proliferaron en Madrid fueron las piscinas, especialmente a partir de los años 30 del siglo XX. Una de las más afamadas y glamurosas estaba en el Club Stella, en la calle Arturo Soria, formando parte de un conjunto arquitectónico que incluía bar, restaurante, peluquería, gimnasio, pista de baile y bolera. En la piscina tiene lugar la primera escena de la película policiaca ¡Hombre acosado! (1952); Javier, el protagonista, se está entrenando para competir en natación, pero su obsesión por una mujer hace que cada vez preste menos atención y sus tiempos vayan peor:

¡Hombre acosado!
¡Hombre acosado! (Pedro Lazaga, 1952)

Como puede verse en la primera imagen, entre el Stella y la ciudad había una gran zona sin urbanizar; hoy podemos en ese mismo espacio, rodeados de edificios, ver la bella silueta de este edificio racionalista desde la plaza de José María Soler o mejor aún desde el puente de Costa Rica. Verlo de cerca seguramente será mucho más triste, pues lleva años abandonada.


Otra película policiaca, 091, policía al habla (1960), nos muestra la cara nocturna del Club Stella, con su pista de baile y sus mesas frecuentadas por gente elegante, todo alrededor de la piscina:


091, policía al habla
091, policía al habla (José María Forqué, 1960)

Muy cerca, también en la calle Arturo Soria, estaba la piscina Mallorca, mucho más pequeña y menos chic, pero muy frecuentada, que cerró antes que el Club Stella. En ella se desarrolla una escena de la comedia Soltera y madre en la vida (1969), una película amable y muy en el tono catequizante de las comedias de la época que, no obstante, introduce de manera solapadamente crítica un tema que todavía era tabú: el de los embarazos fuera del matrimonio. Julita (Lina Morgan), embarazada de su novio Paco (Alfredo Landa), va a la piscina con dos amigas; allí está, también con un amigo, Paco, que se ha desentendido del embarazo de Julita.

Soltera y madre en la vida
Soltera y madre en la vida (Javier Aguirre, 1969)

Paco y su amigo se acercan a hablar con las amigas de Julita. Una de ellas se levanta:


Soltera y madre en la vida
Soltera y madre en la vida (Javier Aguirre, 1969)

Se produce este diálogo, que expresa un pensamiento que más de uno hemos tenido cuando hemos ido a una piscina:

- ¿Te vas al agua?

- ¡Qué horror! ¿Meterme yo en el agua con tanto desconocido? No sé cómo podéis, yo soy muy escrupulosa. Me voy al bar.


Mientras tanto Julita, que ignora a Paco, se va hacia el pódium, parece que con la intención de tirarse al agua. Paco exclama:

- ¡Esa loca se va a tirar! ¡Va a desgraciar al niño!

Pero Julita se lo piensa mejor, da media vuelta y se encamina hacia la escalera para meterse en el agua:

Soltera y madre en la vida
Soltera y madre en la vida (Javier Aguirre, 1969)

Y nos vamos a otro tipo de piscina, una con carácter estrictamente deportivo: la del estadio Santiago Bernabéu que estaba en el lado del estadio que da a la calle Padre Damián. Allí Alfredo di Stefano enseña a nadar a un grupo de golfillos a los que quiere dar una oportunidad creando para ellos un equipo de fútbol; se trata, claro, del un tanto ñoño melodrama Saeta rubia (1956), basado en pasajes reales de la vida del famoso futbolista.

Saeta rubia
Saeta rubia (Javier Setó, 1956)

Como suele ocurrir con muchos tipos de equipamientos, había -y hay- más piscinas en el norte de Madrid que en el sur. Al norte, en la calle Mateo Inurria, haciendo esquina con el Paseo de la Habana, se encontraba la piscina Castilla. A ella acude, buscando a un amigo, uno de los soldados de la un tanto insulsa comedia 15 bajo la lona (1959):


15 bajo la lona
15 bajo la lona (Agustín Navarro, 1959)

En Villa Rosa, actual Junta Municipal de Distrito de Hortaleza, hubo también piscina. Una primera rectangular, mucho más convencional, y, desde los años 50, una preciosa piscina con forma sinuosa que formaba parte del entonces llamado Parque Jardín Villa Rosa, donde se podía tomar algo, comer, bailar, escuchar música en directo y bañarse. Aquí encontramos a Luisita, la hija díscola de la familia protagonista del tremendo e impactante drama El mundo sigue (1965). Luisita se ha ido de casa buscando una vida más cómoda y lujosa; en la piscina la vemos con Rafa, su amante, al que le va a decir que está embarazada de él con la única intención de sacarle dinero para un supuesto aborto. Pero le va a salir el tiro por la culata... 

El mundo sigue
El mundo sigue (Fernando Fernán Gómez, 1965)


Muchas piscinas fueron construidas a kilómetros de la ciudad, cerca de las carreteras. Una de ellas, la piscina Aterpe Alai, estaba en el término municipal de San Sebastián de los Reyes, en el kilómetro 25 de la carretera N-I. En la comedia Chica para todo (1963), Petrita, la protagonista, y su amiga Adela están en ella:


Chica para todo
Chica para todo (Mariano Ozores, 1963)

Petrita es una chica de pueblo que lleva poco tiempo en la ciudad; Adela, una espabilada que ya sabe bien cómo manejarse en ella. Petrita, apoyada en el borde de la piscina, mira los pies de Adela:

- ¡Ayyyy! ¡Tienes sangre en los pies!

+ ¡No seas cateta, mujer, es barniz de las uñas!

- ¿Te pintas las uñas de los pies?

+ ¡Claro!

- Mmmmm... ¡Qué lujo oriental!


¿Y en el sur de Madrid? ¿No había piscinas en el sur? Sí, las había, pero no tantas como en el norte. Estaba, por ejemplo (y sigue estando, aunque ahora forma parte de un gimnasio), la piscina Marbella, muy cercana a la Plaza Elíptica, que aparece en dos escenas de la inocente comedia El padre Manolo (1966). El padre Manolo, con aficiones de cantante y detective, y varios de sus allegados se han visto implicados en un asesinato e intentan descubrir al culpable. Una de las personas que podrían serlo acude todos los días a esta piscina y allí van a buscarlo un día de un tórrido verano madrileño que invita al piscineo:


El padre Manolo
El padre Manolo (Ramón Torrado, 1966)

Esta populosa piscina disponía también de un lugar elevado desde el que contemplar a los bañistas:

El padre Manolo
El padre Manolo (Ramón Torrado, 1966)

Pero las piscinas por antonomasia de la clase trabajadora eran las del entonces llamado Parque Sindical (hoy Parque Deportivo Puerta de Hierro) o, más popularmente, el charco del obrero. Inaugurado en 1955, este lugar fue el más frecuentado de la ciudad durante tres décadas, como también testimonia el cine. 

En la comedia Días de feria (1960), película -malísima- de ficción pero más bien un producto promocional de la Feria del Campo, una escena se ubica en el Parque Sindical, y en un momento de ella podemos ver esta imagen de postal de la piscina grande:


Días de feria
Días de feria (Rafael J. Salvia, 1960)

Por cierto, que esta película parece una respuesta a otra dos años anterior, Historias de la feria (Francisco Rovira Beleta, 1958), que se desarrolla en la XXV Fira de Mostres de Barcelona. ¿La rivalidad entre las dos grandes metrópolis españolas está detrás de esto? Posible es.


Más dramática, si bien trufada de situaciones cómicas, es la escena que se desarrolla en el Parque Sindical en Las cuatro verdades (1962), una coproducción de España, Francia e Italia compuesta de cuatro episodios, cada uno dirigido por un director diferente. Uno de ellos es La muerte y el leñador, protagonizado por un organillero ambulante, que lleva su organillo en un carrito tirado por un burro. Una profesión sin futuro, una sociedad que camina hacia una modernidad que le excluye, como le ocurre en la piscina del Parque Sindical, de donde le expulsan porque consideran que la presencia del burro no es muy higiénica.

La muerte y el leñador
La muerte y el leñador (Luis García Berlanga, 1962)


La piscina está tan atestada que el bañista que intenta lanzarse desde el pódium grita a los de abajo:

- ¡Que voy! ¡Apartarse! ¡Dejar sitio! ¡Un hueco!

Finalmente, se resigna y se da la media vuelta diciendo:

- ¡Así no se puede hacer deporte!


Las azoteas han sido también ampliamente aprovechadas para la construcción de piscinas. Hubo una no muy grande durante varias décadas en una azotea del edificio España, en la plaza de España (también el hotel actual dispone de ella). Lo limitado de la piscina era compensado por la magnificencia de las vistas, de las que disfruta una de las cinco parejas de novios que protagonizan la comedia romántica Novios 68 (1967)

Novios 68
Novios 68 (Pedro Lazaga, 1967)

Y nosotros también podemos disfrutar de las vistas y, al mismo tiempo, sonreír con un recuerdo indeleble de nuestra niñez: el de los gorros de baño de los años 60.


Uno de los primeros hoteles de Madrid que tuvieron piscina en su azotea fue el hotel Emperador, inaugurado en los años 40 en el número 53 de la Gran Vía. En ella se sumerge Ramón, el adolescente transmutado por mor de su imaginación en el guerrero y ladrón Beldar; pero en la piscina del hotel Emperador llega al fondo del mar, donde se encuentra con su amada Sonja. Todo ello ocurre en la película de aventuras y fantasía El corazón del guerrero (2000)

El corazón del guerrero
El corazón del guerrero (Daniel Monzón, 2000)

Desde los años 80 del siglo XX, muchas nuevas urbanizaciones -tanto de chalés como de bloques de pisos- incorporaron la moda de las piscinas. Es difícil localizar estos escenarios cinematográficos, pero no nos falta un ejemplo. En el por todo lo demás estupendo drama policiaco Que Dios nos perdone (2016), uno de los inspectores de policía, Alfaro, vive -a pesar de tener un sueldo medio- en una urbanización de Majadahonda con amplios jardines y piscina, concretamente en el número 50 de la calle Sorolla. 

Que Dios nos perdone
Que Dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen, 2016)

(Apostilla: este fenómeno, a saber, el de los profesionales que viven en lugares que están muy por encima de su sueldo, es una constante en las películas y series españolas desde hace varias décadas, pero desconocemos su origen y, sobre todo, su propósito).


Esta entrada de hoy está dedicada a los lugares de baño para el verano, pero no puedo resistirme a incluir una piscina muy especial, cubierta y vacía, en la que transcurre una preciosa escena de amor. Gracias al productor y localizador Nacho S. Cavada (@nachocavada) he podido saber que está en un pequeño gimnasio de Entrevías:

Carmen y Lola
Carmen y Lola (Arantxa Echavarría, 2018)

Es el drama social y romántico Carmen y Lola (2018): Lola está enamorada de Carmen y Carmen todavía no está segura, pero se está dejando llevar; Carmen no sabe nadar, y Lola la lleva a este lugar para enseñarle, a pesar de la falta de agua. Acogidas por este lugar bello y olvidado, Carmen y Lola terminan bailando y besándose, a salvo de las miradas inquisitoriales y la reprobación de su comunidad, sus vecinos, su familia.

Carmen y Lola
Carmen y Lola (Arantxa Echavarría, 2018)

Ojalá estas imágenes te hayan refrescado un poco. Hay un personaje de la gran novela de Leopoldo Alas Clarín, La Regenta, del que en ella se dice:

La Marquesa de Vegallana se levantaba más tarde si llovía más; en su lecho blindado contra los más recios ataques del frío, disfrutaba deleites que ella no sabía explicar, leyendo, bien arropada, novelas de viajes al polo, de cazas de osos, y otras que tenían su acción en Rusia o en la Alemania del Norte por lo menos.

Igualmente, desde el calorcito del rincón en que te encuentres leyendo esto, puedes haber sentido la sugestión de las imágenes cinematográficas con el frescor del agua recorriéndote.

Un río, una playa y muchas, muchas piscinas.


Para saber más:

- Areneros, Florentino (2017): La playa de Madrid.

- Carballo, María F. (2022): Oda a los baños de verano que no volverán: las piscinas desaparecidas de Madrid.

- Esetena (2010): La Playa de Madrid.

- Segurado, Ignacio (2018): La piscina-club Stella: así se desmorona otra joya arquitectónica madrileña.

- Tellería, Bartolomé (2020): Una villa francesa en la Ciudad Lineal.


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