Madrid y el cine: Neomudéjar popular de Tetuán

Hace tiempo, en unas jornadas de no recuerdo qué, a propósito de no sé qué, una de las ponentes, a quien tampoco recuerdo -vaya una cita la mía-, dijo una frase que se me quedó grabada: Los pobres no tenemos biografía. Y es así porque de la gente corriente (al menos hasta la llegada del mundo digital) no suelen quedar testimonios que permitan reconstruir su paso por el mundo: ni archivos, ni retratos, ni vivienda. Esto último es más cierto aún en el contexto de la ciudad opulenta, que extiende sus dominios sobre los terrenos a los que desterraba a los recién llegados.

Pocos han reivindicado hasta ahora en Madrid la necesidad de conservar las viviendas de los trabajadores, que son testigos de un modo de vida y, por lo tanto, de interés histórico, amén del arquitectónico. Entre esos pocos se encuentra el grupo Patrimonio de Tetuán, constituido para defender el patrimonio neomudéjar de este distrito, y en especial el popular, hasta ahora totalmente desprotegido. Unas casas de ladrillo, con ornamentación creada con ladrillos, que muchas veces eran construidas por sus propios habitantes, trabajadores de la construcción (no en vano en Tetuán hay un pasaje llamado de los Maestros Ladrilleros).

El cine tampoco es excepción en la menor atención hacia los barrios de los trabajadores. Es fácil encontrar escenas rodadas en los lugares más céntricos y emblemáticos de una ciudad, pero no tanto en los barrios obreros. 

Quizá por eso, la imagen más antigua que hemos hallado en nuestro cine de un edificio neomudéjar popular se ubica en una de las fronteras del barrio: la calle Raimundo Fernández Villaverde, que lo separa de Chamberí. Estamos en el número 33, esquina con la calle Dulcinea. El protagonista de la comedia El último caballo (1950) -un alegato contra el ritmo impuesto por los coches en la ciudad- va montado en su caballo siguiendo al coche de bomberos, en el que va un amigo suyo.

El incendio se ha producido en una fábrica de sifones ubicada en el tercer piso del edificio de la farmacia (donde hoy día sigue habiendo una farmacia), pero el que nos interesa hoy no es tanto ese, que sigue existiendo, sino el que avistamos subiendo la calle Dulcinea, pasado un muro. Aunque no podemos verlo en detalle, se trata claramente de un edificio neomudéjar de dos plantas que hoy ya no existe, aunque en esa misma calle podemos ver todavía alguno.


El último caballo
El último caballo (Edgar Neville, 1950)

Pasa más de una década hasta que nos encontramos con la siguiente imagen, en un cortometraje, El borracho, que nos ubica en el otro extremo del distrito: la Ventilla, un barrio de casas bajas que hace un par de décadas fue prácticamente arrasado. Aun cumpliéndose en este corto, como en tantos otros productos culturales, el axioma de situar la conflictividad en determinados barrios periféricos, la mirada del director es humana y sensible, y esta película es ante todo una historia de amistad.

Vemos a uno de los protagonistas saliendo de su casita neomudéjar, cuya decoración con ladrillo es tan simple en este caso que se limita a un curvado de ladrillos por encima de los vanos:


El borracho
El borracho (Mario Camus, 1962)

Pocos de los que hoy caminan por las calles de Sor Ángela de la Cruz, General Margallo e Infanta Mercedes reconocerán las imágenes inferiores, de la comedia Un millón en la basura (1967). En concreto, fueron rodadas en la calle José Caballero Palacios, desaparecida hace años cuando se conectaron las calles Sor Ángela de la Cruz y Marqués de Viana. Al final de la calle viven los protagonistas, un basurero municipal y su mujer, y su casa es la más cercana a nosotros, a la izquierda. A la derecha, en la esquina, un edificio neomudéjar de una planta con la tienda La Isabelita; más allá, otro edificio neomudéjar de dos plantas.

Un millón en la basura
Un millón en la basura (José María Forqué, 1967)

El drama de esta pareja, visto desde una perspectiva simpática -como solía mostrarse a los pobres en la cinematografía franquista-, es que no tienen ni para pagar el alquiler pero disponen de un millón de pesetas que el marido ha encontrado en la basura. Buena gente en el fondo, como debe ser, se decantan finalmente por buscar a su dueño para devolverlo, pero resulta que su hijo se ha llevado al cole la cartera en la que el padre lo había guardado.

Cuando se dan cuenta, espantados, corren, corren desalados por desmontes y grupos de casitas que hoy corresponderían a la zona de las calles Orense e Infanta Mercedes; en algunas casitas bajas apreciamos los rasgos característicos del neomudéjar popular:


Un millón en la basura
Un millón en la basura (José María Forqué, 1967)

Llegan, al fin, a una zona un poco más poblada, que correspondería aproximadamente a la calle Infanta Mercedes en su cruce con las calles Rosa de Silva, Oñate y la plaza de Ángel Carbajo. Allí, en una explanada en la que juegan los niños del colegio, podemos ver varios edificios neomudéjares, talleres y viviendas que contrastan con el Madrid moderno que crece a sus espaldas:


Un millón en la basura (José María Forqué, 1967)
Un millón en la basura (José María Forqué, 1967)

En estas calles irreconocibles encontramos no obstante un anclaje: en el segundo fotograma, al fondo de la calle por la que los padres llegan a la explanada se ve un edificio más moderno que el resto y que muchos vecinos del barrio recordarán. Se trata del colegio Froebel, que fue derribado en 2022.


Otra película de esta década nos traslada a otro extremo del distrito: la zona baja de Valdeacederas, lindando con el parque Rodríguez Sahagún y, por lo tanto, con el barrio del Pilar. En las calles más próximas al parque, que entonces no lo era, entre el final de la calle Marqués de Viana y alrededor de su cruce con el Paseo de la Dirección, se rodó la mayor parte de la infame comedia No somos ni Romeo ni Julieta; así, el grandísimo José Luis López Vázquez, esta vez conductor de autobuses municipales, trabajó de nuevo en Tetuán. Como su título indica, esta otra comedia de pobres -notablemente inferior a la anterior- de la era franquista narra la historia de dos jóvenes enamorados cuyas familias están enfrentadas, en esta ocasión por el carácter irascible de las dos amas de casa. Aquí las vemos en su calle, en algunas de cuyas casas, incluso a pesar de los revocos, distinguimos los característicos triangulitos de ladrillo:

No somos ni Romeo ni Julieta
No somos ni Romeo ni Julieta (Alfonso Paso, 1969)

El lugar exacto bien podría ser la calle Acierto, que desapareció a principios del siglo XXI, durante la construcción del túnel que discurre bajo las calles Sor Ángela de la Cruz y Marqués de Viana.

Más pequeños edificios neomudéjares en la misma zona:

No somos ni Romeo ni Julieta
No somos ni Romeo ni Julieta (Alfonso Paso, 1969)

Estamos en Tetuán, y, aunque el barrio no se nombra, no podía faltar, incluso en una comedia, su dosis de estigmatización: personajes a los que busca la policía, alquiler de niños, ladrones o novios que son chulos despechados como este que vemos, navaja en ristre.


Otras casas desaparecidas en otra calle desaparecida (la Travesía de Mateo, que estaba en Valdeacederas, en un montecillo por encima  del actual parque Rodríguez Sahagún) son lugar de un par de escenas del drama político Camada negra (1977), una película necesaria en su tiempo y con algunos aciertos, pero cuya irregular calidad no ha resistido bien el paso del tiempo. En una de estas casas, la más grande y hacia la que se dirige con su hijo, vive la joven Rosa, madre soltera, que se convierte en protagonista involuntaria de esta historia centrada en uno de los muchos grupos de matones financiados por la ultraderecha en los años de la Transición. 


Camada negra
Camada negra (Manuel Gutiérrez Aragón, 1977)


En los 80, una película de cine quinqui, Coto de caza (1983), con un discurso bastante reaccionario, abunda en los prejuicios relacionados con el barrio, donde viven los malos malotes que contrastan con la buena buenísima, una abogada que los defiende y después los perdona a pesar de haberse convertido en su víctima. 

Coto de caza
Coto de caza (Jorge Grau, 1983)

Lo que vemos son los desaparecidos edificios de una sola planta de los números 85 y 87 de la calle Marqués de Viana, que hasta hace muy poco tiempo estuvo salpicada de estas casitas entre los nuevos bloques de pisos. Revocadas ambas fachadas, se aprecian sin embargo claramente sus detalles de construcción neomudéjar.


Otro rodaje relacionado con delitos en el barrio (pero no cometidos por sus habitantes) fue el del drama biográfico El Lute: camina o revienta (1987). Eleuterio Sánchez, el Lute, fue encarcelado por el asesinato de un guardia jurado y el atraco de una joyería de la calle Bravo Murillo, número 252, en 1965.


El Lute: camina o revienta
El Lute: camina o revienta (Vicente Aranda, 1987)

En la escena de la huida de los atracadores, podemos divisar en la acera de enfrente dos edificios neomudéjares. El primero, el más cercano a nosotros, en el número 339 de la calle, ha desaparecido, dando paso a un nuevo edificio de siete plantas; el siguiente, dos números más allá, aún se conserva, bien que un poquito encajonado.


Este distrito ha sido muy desaprovechado para rodajes que recrearan historias lejanas en el tiempo. Que sepamos, solo Vicente Aranda (que repitió así en Tetuán) lo hizo para situar aquí la vivienda de Luisa, la malvada estanquera que arruina la vida del protagonista, Paco. En su drama basado en el famoso crimen de la calle Fuencarral, ocurrido a finales del siglo XIX, Amantes (1991) la casa de Luisa está en la calle Olite, en el número 45, y en una de las idas y venidas de Paco y Luisa desde la calle Olite vemos de frente la calle Castilla. En ella, a la derecha, podemos ver parte de la fachada de otro edificio neomudéjar de dos plantas, muy característico pero actualmente también desaparecido, y a su izquierda otro pequeño edificio que probablemente también lo fuera y que tampoco existe hoy.


Amantes
Amantes (Vicente Aranda, 1991)

¿Queda algo del neomudéjar popular en este barrio? Hasta ahora, de todo lo que hemos visto solo un edificio permanece en pie, el 343 de la calle Bravo Murillo. Si obtenemos esas cifras limitándonos a lo que podemos encontrar en el cine rodado en Tetuán -que no es demasiado-, ¿qué cifras no obtendríamos si pudiéramos computar el total?

Pero sí, algo queda. Contra viento y marea, edificios neomudéjares de diversos tamaños siguen salpicando el barrio y haciéndonos recordar quiénes somos y de dónde venimos. Por ejemplo, el pequeño edificio de la calle Santa Juliana, número 59, esquina a calle Zamora, frente al cual discuten los protagonistas de la comedia romántica  Amo tu cama rica (1991).


Amo tu cama rica
Amo tu cama rica (Emilio Martínez-Lázaro, 1991)

Ya que es de noche y los fotogramas no hacen honor al bonito edificio, los acompaño de unas fotos actuales:

neomudéjar popular de tetuán

Neomudéjar popular de Tetuán


Y siguen apareciendo nuestros edificios en el cine del siglo XXI. En el drama Los novios búlgaros (2003), basada en una novela de Eduardo Mendicutti, los dos protagonistas -Daniel y el búlgaro Kyril, de quien está enamorado- vuelven de una noche de juerga pasando por la calle Hierbabuena, y a la izquierda (números 16-18) podemos entrever un conjunto de pequeñas casas bajas neomudéjares. Lo más extraño de esta escena no es que se desarrolle en este barrio -en otras escenas también aparece-, sino que haya un trabajador municipal regando las calles, algo poco visto en esta parte del distrito.

Los novios búlgaros
Los novios búlgaros (Eloy de la Iglesia, 2003)

Una visión más completa y actual de estos edificios, que parecen un reducto galo resistiendo al imperio que lo va rodeando:


Neomudéjar popular de Tetuán

Neomudéjar popular de Tetuán


La última aparición del neomudéjar popular en el cine que podemos consignar fue en el magnífico melodrama Volver (2006). En uno de los edificios de viviendas neomudéjares más grandes del barrio, el de la calle Tenerife, número 11, vive Sole, la hermana de la protagonista, y allí tiene su peluquería. Debajo vemos a Raimunda y a su hija dirigiéndose a casa de Sole:

Volver
Volver (Pedro Almodóvar, 2006)

La película no recoge tomas generales de este hermoso edificio, así que las añadimos para dar una mejor idea de él, tanto de la fachada de la calle Tenerife como del lateral de la calle Carlos Rubio y las ventanas con ornamentación neomudéjar, que es diferente en la fachada y en el lateral.


Neomudéjar popular de Tetuán

Neomudéjar popular de Tetuán

Neomudéjar popular de Tetuán

Neomudéjar popular de Tetuán

También en la calle Tenerife, en un parque de mínimas dimensiones -que casi podría describirse mejor como rincón arbolado-, se desarrolla una de las escenas clave y más dramáticas de Volver: la del encuentro de Raimunda y su madre y el terrible relato de esta última. En un momento dado, hablan frente al número 34 de la calle San Raimundo, con la que hace esquina la calle Tenerife, y vemos al fondo una forma muy característica: a la izquierda de la madre, ese alfiz de ladrillo que rodea la ventana. 


Neomudéjar popular de Tetuán

Con Irene y Raimunda y su reencuentro despedimos por hoy este distrito y su arquitectura popular. Ojalá el barrio de Tetuán y su diversidad, arquitectónica y no arquitectónica, siga inspirando a los cineastas porque encuentren en él un barrio con personalidad. Parte de su personalidad viene de sus casas neomudéjares, que debemos proteger para protegernos a nosotros mismos de la desmemoria y la indiferencia.

Agradecimientos

A las personas de la comunidad de Facebook Amigos de Tetuán de las Victorias que me han ayudado a ubicar con precisión algunas escenas.



Comentarios

  1. Una pasada de repaso. Muchas gracias por compartir y apuntar para conservar en la memoria

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    1. ¡Gracias a ti por tu comentario, Olga!

      Marisa

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  2. Un magnífico reportaje sobre las casas neomudéjares. de Tetuán y su relación con el cine

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    1. Muchísimas gracias por decírmelo

      Marisa

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  3. Un buenísimo reportaje de lo que fue el barrio.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Carmen.

      Marisa

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  4. Muchas gracias por este reportaje que me ha encantado. Llegué al barrio en el año 1960 y esas casas neomudéjares me encantaban, tal vez por mi afición a la historia.

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  5. Lástima que la voracidad del mundo moderno, nos acabe privando de estos lugares, que a lo largo de nuestras vidas hemos disfrutado. Gracias por recordarme todos esos lugares, como el colegio Froebel donde curse estudios y pase grandes y alegres ratos, y en ese descampado que aparece lleno muchachos, era donde jugábamos al fútbol ( incluso creo reconocerme entre ellos). Vuelvo a darte las gracias por hacerme revivir esos momentos de mi niñez, yo vivía en la calle Naranjo. Hasta pronto.

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    1. Gracias a ti por enviar este comentario. Sería gracioso que aparecieras en la película; esa escena es larga, podrías verla y comprobarlo. Hasta cuando quieras

      Marisa

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