Madrid y el cine: Costanilla de San Andrés, número 4

Hay casas en Madrid que dan para muchas películas de todas las épocas. Hoy vamos a hablar de una que no destaca tanto por su arquitectura sino por su ubicación: es el edificio de la Costanilla de San Andrés, número 4, construido en 1900. Se podría decir que esta casa nació al tiempo que el cine y en el cine permanece hasta hoy.

Es el segundo edificio de la derecha, el primero que se ve completo en este fotograma del cortometraje El espíritu (1969), una práctica de la Escuela Oficial de Cinematografía que llevó a cabo un personaje más conocido por sus artes de magia: Juan Tamariz. Un corto curioso, de tema fantástico -que todavía no estaba muy en boga-; una historia de espiritismo y fantasmas en la que debutó la actriz Carmen Maura, que aparece en los créditos como Carmen G. Maura.

En un momento dado, dos de los personajes de la película suben en coche desde la calle Segovia y pasan por delante de la costanilla, ofreciéndonos esta perspectiva de un paisaje urbano muy característico, con la Plaza de la Paja al fondo:


El espíritu
El espíritu (Juan Tamariz, 1969)

A la derecha de la fachada (o sea, la primera calle a la derecha desde nuestra perspectiva) comienza la calle del Alamillo, y a su izquierda se encuentran las escaleras de la calle del Toro. Es decir, que la casa no tiene edificios adyacentes, lo cual hace que sus muros puedan ser vistos desde muchas perspectivas.

Una vista similar del edificio, aunque solo de parte de él (la esquina que da a la calle del Toro), en una película muy diferente: Las bicicletas son para el verano (1984), la magnífica adaptación de la obra teatral del mismo nombre de Fernando Fernán Gómez. Gran parte de los personajes viven en la Plaza de la Paja y sus alrededores, por lo que aparece frecuentemente.



Las bicicletas son para el verano
Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri, 1984)


Podemos apreciar que, en el lado izquierdo de la fachada de la casa que hoy nos ocupa, había un local comercial, aunque apenas se puede ver qué era. Sin embargo, sí podemos verlo en una imagen de una película bastante anterior, La chica del barrio (1956), una entretenida comedia musical y costumbrista que adapta el cuento de la Cenicienta al Madrid más chulapo, basándose en la obra teatral La tonta del bote de Pilar Millán Astray.


La chica del barrio
La chica del barrio (Ricardo Núñez, 1956)

Susana, la protagonista, que vive en la plaza del Cordón, va a comprar a un mercadillo de frutas y hortalizas en el que las vendedoras se alinean en la costanilla, en el lado contrario al de nuestro edificio de hoy. Y aquí, mientras Susana y la señá Hortensia discuten sobre si se fía o no se fía hoy, vemos de frente las escaleras de la calle del Toro y a la derecha el local, que fue durante varias décadas una carbonería. En los comienzos del siglo XX ya no existía la carbonería y el local fue reformado para ser un estudio de arquitectos y, más tarde, un bar.


Sin embargo, la parte de este edificio que más se ha lucido en el cine es su fachada trasera. Aprisionado entre las calles del Alamillo y del Toro, el edificio se va estrechando progresivamente hasta ocupar, ya en la plaza del Alamillo, al menos la mitad de espacio que en su fachada delantera.

En el interesante drama mudo Rosa de Madrid (1927), el protagonista, Enrique, vaga pensativo por la plaza del Alamillo, y a la izquierda podemos ver parte de la fachada trasera del edificio y uno de sus muros laterales:


Rosa de Madrid
Rosa de Madrid (Eusebio Fernández Ardavín, 1927)


Pero la vemos mucho mejor en un par de escenas de La torre de los siete jorobados (1944), esa curiosa comedia mezcla de intriga y fantasía, ambientada en el Madrid más castizo de finales del siglo XIX, que resulta tan inusual en los años 40. 

La torre de los siete jorobados
La torre de los siete jorobados (Edgar Neville, 1944)

En el primer fotograma, el protagonista, Basilio, que se verá implicado sin quererlo en esta historia fantasmal, pasea por la plaza del Alamillo y se va a encontrar con el malo de la película, el doctor Sabatino, uno de los siete jorobados:

- ¿Qué tal? ¿Cómo usted por estos barrios?
- Que me gusta dar paseos por el Madrid viejo.
- A mí también. Estos barrios tranquilos le calman a uno los nervios.

En la segunda imagen, de noche, Basilio y un amigo ven bajar por la calle del Toro a un supuesto ciego, también jorobado, que pasa al lado de la casa.

El mismo director volvió a elegir este entorno para su última película, Mi calle (1960), un drama costumbrista que narra las vicisitudes diarias de los vecinos de una misma calle a través de varias décadas. Uno de ellos es Petrita, sirvienta en casa de unos marqueses en la calle Don Pedro y enamorada de un organillero, Lesmes, que toca bajo las ventanas del palacete, y del que se ha quedado embarazada, pero que últimamente no le hace mucho caso. Le busca para darle la noticia, baja por la calle del Toro hacia la plaza del Alamillo, y hete aquí que el lugar donde vive Lesmes es, precisamente, nuestro edificio:


Mi calle
Mi calle (Edgar Neville, 1960)

La mujer con la que habla le dice que Lesmes no está; ella va a buscarle por el barrio y lo ve saliendo de la iglesia de San Pedro, del brazo de una mujer con la que acaba de casarse. Petrita, traspasada por el dolor, vuelve por donde ha venido; la vemos bajar por la calle del Toro y apoyarse en el muro del edificio de la costanilla de San Andrés, casi llegando a la plaza del Alamillo:


Mi calle
Mi calle (Edgar Neville, 1960)

Del mismo año, 1960, es otra película de época, en este caso ambientada a finales del siglo XIX: la comedia Solo para hombres, adaptación de la obra teatral de Sublime decisión de Miguel Mihura. Una sátira de los usos y normas políticas y sociales de esa época cuyo poso podía perfectamente rastrearse en la España de finales de los 50, cuando se hizo la película. Una oportunidad, pues, de satirizar el presente volviendo al pasado.

La protagonista, Florita, es una joven de clase media que, a despecho de la opinión de todos, se empeña en trabajar y consigue hacerlo en el Ministerio de Fomento. Pablo, un hombre de su edad que al principio la desdeñaba, también trabaja allí y se enamora de ella. Cuando las maquinaciones de muchos hacen que Flora sea despedida, ella desaparece de su casa y su familia y Pablo creen que se ha fugado de casa. Todos la buscan por el viejo Madrid, Pablo por la plaza del Alamillo:


Solo para hombres
Solo para hombres (Fernando Fernán-Gómez, 1960)

Estas perspectivas del edificio son aprovechadas también con asiduidad en la segunda adaptación cinematográfica de la zarzuela La Revoltosa (1963). Por la plaza del Alamillo, alrededor de nuestra casa, pasean chulapas y chulapas, y vemos, cómo no, a un organillero:


La Revoltosa
La Revoltosa (José Díaz Morales, 1963)

Muchas veces llegan, como otros muchos personajes, desde la aledaña calle del Toro. Tanto desde aquí como desde la pequeña escalinata podemos leer qué función cumplía este edificio en la historia: es el obrador de plancha en el que trabaja Mari Pepa, la protagonista.


La Revoltosa
La Revoltosa (José Díaz Morales, 1963)

 



Aunque paseamos por escenarios muy apropiados para películas de época, no todas las que se han rodado en este entorno lo son. No lo es la comedia musical El balcón de la luna (1962); en ella, tres jóvenes artistas del flamenco son amigas al tiempo que rivalizan, y las tres actúan en el tablao El balcón de la luna, situado en nuestro edificio de hoy, y con entrada por la plaza del Alamillo.


El balcón de la luna
El balcón de la luna (Luis Saslavsky, 1962)

Tampoco es de época otra comedia musical, El mesón del gitano (1970), hecha a medida para lucir al cantante Peret -que es el protagonista, con su propio nombre- y, verdaderamente, para nada más (si no se es amante de su música, nada aporta). Peret es el dueño del mesón al que se alude en el título, que está ubicado donde estaba el tablao de la película anterior.

El mesón del gitano
El mesón del gitano (Antonio Román, 1970)

En los fotogramas anteriores podemos observar el mal estado en el que se encontraban los muros del edificio a finales de los años 60. No estaba mucho mejor a principios de los 90, cuando en la plaza del Alamillo se rodaron varias escenas de la película Tacones lejanos (1991). Podemos ver el muro de la planta baja un tanto desconchado y cubierto -expresamente para el rodaje- de carteles anunciando una actuación de Femme Letale, el transformista encarnado por Miguel Bosé.

Tacones lejanos
Tacones lejanos (Pedro Almodóvar, 1991)

Femme Letale imita a Becky del Páramo, la cantante que en esta escena vuelve a Madrid, a casa de su hija Rebeca, en un reencuentro un tanto difícil.


La plaza y la casa siguen apareciendo en el cine del siglo XXI. Sus muros, afortunadamente, se han arreglado y están limpios de publicidad (aunque para algunas películas de época se ponen carteles). 

En la tan madrileña comedia dramática Todas las canciones hablan de mí (2010) vemos otro de los laterales de la casa, quizá el menos habitual, cuando una mujer se dirige desde la plaza del Alamillo a la costanilla de San Andrés:


Todas las canciones hablan de mí
Todas las canciones hablan de mí (Jonás Trueba, 2010)

En la autodenominada dramedia musical Los miércoles no existen (2015), que tiene más de comedia que de drama, tres de los jóvenes cuyas aventuras amorosas se narran en la película dan un largo paseo por el viejo Madrid. La chica del trío vive en la plaza del Alamillo, y para llegar a ella bajan por la calle del Toro, permitiéndonos, una vez más, ver esta singular casa en el cine:


Los miércoles no existen
Los miércoles no existen (Peris Romano, 2015)

Seguimos encontrando el escenario del edificio de Costanilla de San Andrés, 4, con trasera en la plaza del Alamillo, en películas muy recientes. Una de ellas es, de nuevo, una película de época. Se trata de La princesa Paca (2017), un drama romántico producido para la televisión que narra el encuentro y la posterior historia amorosa de la jardinera Francisca Sánchez del Pozo (Paca) y el poeta nicaragüense Rubén Darío. Una película basada en la novela del mismo título del escritor Manuel Francisco Reina y la periodista Rosa Villacastín, nieta de la protagonista.


La princesa Paca
La princesa Paca (Joaquín Llamas, 2017)

Paca vive en la calle del Toro, así que la vemos bajar frecuentemente por estas escalerillas, y, a su izquierda, el edificio. La parte baja también está empapelada con atrezzo de la película: anuncios publicitarios que nos ambientan en la época, el final del siglo XIX (pues se conocieron en 1899) y los principios del siglo XX.

El pilote de piedra que vemos en la esquina del edificio, a pesar de parecer antiguo, no lo es, y no lo vemos en ninguna de las películas anteriores, ni en fotos históricas, aunque en alguna de los años 40 se puede ver algo mucho más bajo que servía, suponemos, para evitar el roce con la esquina. Dado que esta zona es peatonal, imaginamos que la función del pilote actual es servir de apoyo al peatón y proteger una esquina ya envejecida.


De un año después es la comedia romántica Miamor perdido, una película entretenida, sin más pretensiones. Miamor es el nombre del gato de una pareja que se ha perdido; Mario ha recibido una llamada de unas mujeres que lo han encontrado y corre por las calles del viejo Madrid hacia una librería de la calle de la Morería, donde está el gato. Baja hablando por teléfono por el mismo lugar por donde vimos bajar a la princesa Paca:


Miamor perdido
Miamor perdido (Emilio Martínez Lázaro, 2018)

Una casa de vecinos que aparece al menos en quince películas y de la que nos falta solamente conocer el interior. ¿Acaso alguno de los lectores vive allí y se ofrece a enseñárnosla, aunque no hagamos ninguna película? 





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