Madrid y el cine: Por la calle de Bailén

Por la calle de Bailén, frente al Palacio Real, se ha pasado y paseado de muy diferentes modos que han quedado reflejados en el cine.

En Rosa de Madrid (1927), un melodrama de la era muda, un grupo de personas bastante nutrido pasa en coche de caballos:


Rosa de Madrid
Rosa de Madrid (Eusebio Fernández Ardavín, 1927)

Más de cincuenta años después, y cuando no cabría esperarlo, el marqués de Leguineche y su asistente se pasean en cabriolé por la calle Bailén. Hablamos de Patrimonio nacional (1981), la segunda película de la genial saga de Luis García Berlanga sobre esta noble familia y sus avatares durante el tardofranquismo y la Transición. 


Patrimonio nacional
Patrimonio nacional (Luis García Berlanga, 1981)

- ¿Lo ves? -dice el marqués-. Este es el transporte ideal, porque ni contamina, ni molesta. Y además tenemos la perspectiva caballera.

- ¿Qué es eso? -responde su ayudante.

- Pues que vemos a los coches desde una posición dominante. 

Efectivamente, van rodeados de coches, y a su izquierda circula una lechera o furgón de policías antidisturbios. Al verlos, exclama el marqués:

- Oye, los guardias... Acojonan, ¿eh?


Por la calle de Bailén, frente al Palacio Real, también pasaban los autobuses. Y a bordo de uno de ellos nos encontramos al joven Carabel, acosado por su novia y, sobre todo, por su futura suegra, en la comedia El malvado Carabel (1956), adaptación de una novela de Wenceslao Fernández Flórez. 


El malvado Carabel
El malvado Carabel (Fernando Fernán Gómez, 1956)

En los años 50, todavía los coches no habían tomado masivamente la ciudad de Madrid, pero claro que los había. Y precisamente policías y delincuentes solían tenerlos, como los buenos y malos de la película policiaca Brigada criminal (1950) de muy buena factura y pionera del noir español (aunque lastrada en algunos aspectos, como casi todo el cine de la época, por la ideología reinante).


Brigada criminal
Brigada criminal (Ignacio F. Iquino, 1950)

De ahí en adelante, en las décadas posteriores, todo fue coche. Frente al Palacio Real pasean en coche la ninfómana Sexilia y Queti, la tintorera, en ese producto irreverente, excéntrico y libre que es Laberinto de pasiones (1982). Una película que, como otras de los primeros tiempos de Almodóvar, provoca tanto fascinación como repulsa.


Laberinto de pasiones
Laberinto de pasiones (Pedro Almodóvar, 1982)

Y por el mismo sitio, pero en dirección contraria, pasan Hans, director de documentales alemán, y Lucía, su ayudante, siempre buceando en la intrahistoria de la ciudad en la interesantísima película Madrid (1987):


Madrid (Basilio Martín Patino)
Madrid (Basilio Martín Patino, 1987)

Los 70 y los 80, décadas fatídicas en que el coche nos arrebató la ciudad. En que tantos cambios radicales sufrió Madrid por mor de la movilidad en automóvil. Desde entonces, el peatón ha ido recuperando con dificultad algunos jirones de aquello que un día fue suyo, y uno de ellos fue precisamente el tramo de la calle Bailén frente al palacio, peatonalizado a mediados de los 90.

Así es como lo vemos en el cine actual. Por ejemplo, en la comedia romántica Dulcinea (2019), una película que cuenta el enamoramiento de un turista estadounidense y una madrileña.  Prescindible para los cinéfilos, pero con imágenes muy bellas de la ciudad:


Dulcinea
Dulcinea (David Hebrero, 2019)

Pues ya hemos pasado frente al Palacio Real en coche de caballos, en autobús, en coche y andando. Nos falta el tranvía, del que no hemos encontrado ningún fotograma, y eso que la primera línea de tranvías, el Tram-Vía, que era un tranvía de mulas (al que se llamaba tranvía de sangre), pasaba por aquí. 

Ojalá no volvamos a encontrar más imágenes, ni en el cine ni en ningún otro lugar, que la de los peatones paseando tranquilamente frente al Palacio Real.



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