San Francisco el Grande: ¡Cielo negro, que Dios nos perdone!

¡Qué películas tan distintas se han rodado en el interior de la basílica de San Francisco el Grande de Madrid!

En primer lugar, Cielo negro, años 50, una magnífica película que podríamos considerar un melodrama con tinte social, y en la que la basílica aparece en la escena final.



Emilia, una joven medio ciega y sin trabajo, está a punto de suicidarse tirándose por el Viaducto. De repente, empiezan a sonar las campanas de las iglesias. Emilia cambia de impulso y se echa a correr por la calle Bailén, bajo una lluvia intensa (para darle visibilidad al agua, por cierto, hubo que gastar litros y litros de leche). La cámara, en un magnífico plano secuencia, recoge la figura de Susana corriendo hasta que llega a la puerta de la basílica. En ella se adentra buscando una tabla de salvación. Y la encuentra, en un final digno de su época. Recorre el pasillo central, en medio de la misa (no os perdáis la pequeña amonestación gestual de una de las asistentes), hasta arrodillarse frente al altar y dirigirse a Jesucristo:

Señor, yo no sé cómo pude atreverme a tanto. Fueron muchos mis dolores pero no te rebelaste contra la voluntad de Dios. Me olvidé de que el cielo no es negro para los que saben volver los ojos a ti. Me olvidé de que tú nos das la vida y de que tan solo tú eres quien puede disponer de ella. ¡Perdóname, Señor!

Mientras el sacerdote da la bendición, Emilia se santigua, suena el Aleluya y vemos a una Emilia transfigurada, que llega incluso a sonreír, pidiendo la paz para su vida.


Madrid y el cine: Cielo negro
Cielo negro (Manuel Mur Oti, 1951)

En otra buenísima película mucho más reciente, Que Dios nos perdone, el mismo lugar nos muestra una escena muy distinta.



La escena comienza demorándose en los detalles de este opulento edificio. La cámara va de arriba (la cúpula) hacia abajo.

Madrid y el cine: Que Dios nos perdone
Que Dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen, 2016)

Este thriller policiaco narra la investigación de dos policías que buscan a un salvaje asesino de ancianas. En esta escena, veremos por primera vez la cara del asesino, que ha acudido al funeral de una de sus víctimas mientras, para colmo, acompaña a la que será la próxima.

La cámara ha descendido desde el apoteosis divino de belleza de la cúpula, se ha paseado por los detalles de las pinturas y esculturas, y ha llegado finalmente hasta el rostro del asesino:


Madrid y el cine: Que Dios nos perdone

Que Dios nos perdone
 (Rodrigo Sorogoyen, 2016)

Un rostro común, bastante anodino, si la película no nos hubiera ido dando pistas de que puede ser el del asesino. Porque nada se oye en esta escena salvo la música y las palabras del rito católico.


Dos estupendas películas y un lugar de Madrid que hay que conocer.







 

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